Esta mujer de metal me hizo pensar en la opinión de Carlos Marín: una mujer fría,
que no siente, y que inventa para beneficio de... quién sabe de quién...
que no siente, y que inventa para beneficio de... quién sabe de quién...
El lunes 19 de marzo Carlos Marín, director del diario MILENIO publicó en su columna diaria una opinión sobre lo acontecido en la sierra de Zongolica, Veracruz. Lo leí con gran asombro, tratando de recordar si el 19 de marzo podría ser día de los santos inocentes de la primavera, releyéndolo, verificando que cada una de las frases utilizadas realmente imprimiera ese significado a la nota en su totalidad. Y sí, me quedé estupefacta: Carlos Marín opina que el crimen en la sierra de Zongolica es puro cuento:
"Una de las más escalofriantes infamias que se han maquinado en los años recientes, se antoja cocinada y servida para golosos de truculencias delirantes." (Milenio diario, 19 de marzo de 2007)
¿A quién le satisface inventar tal atrocidad, Carlos?
Lo interesante, bueno, interesante porque eso sí satisface a los golosos de truculencias delirantes, es la argumentación de Carlos Marín (que por lo visto hace caso omiso de las declaraciones de José Luis Soberanes acerca de que nada se puede afirmar todavía sobre la causa de la muerte de la señora Ernestina):
"Se asienta en la ficha clínica que la mujer falleció por una falla orgánica múltiple, deshidratación y una probable bronconeumonía. –¿Es verdad que tenía el intestino perforado? –preguntaron los reporteros al director del hospital, Hugo Zárate Amezcua. – Sí, así es. – ¿Cómo pudo el pene perforar el intestino? – No se puede. Tuvo que haber sido un objeto extraño que le introdujeron en el recto y eso dañó su intestino (…). Ningún miembro genital del varón puede provocar el desgarre interno en el ano..."
Para Carlos Marín, esto es evidencia suficiente para desacreditar una posible violación. Carlos, ¿ya se te olvidó el testimonio de las mujeres violadas en Atenco a quienes les introdujeron dedos, y hasta toletes en la vagina?
Y remata:
"El invento contiene tantos ingredientes políticamente explotables que merece figurar en la Hemeroteca de la Ignominia entre otras célebres perversidades del corte del segundo tirador, el sexto pasajero, los cuatro Aburtos, el atentado contra Posadas Ocampo, El chupacabras, el crimen de Estado de Digna Ochoa o el fraude electoral “cibernético” y “a la antigüita” a la vez."
Calificar de invento a una historia contada -en palabras entrecortadas- por una mujer indígena de la tercera edad, cuando todas las pruebas apuntan a la veracidad de su testimonio, raya en el servilismo (¿a quién le quieres caer bien, Carlos?). Pero lo más grave de todo es que raya en la discriminación y el desprestigio a una persona, que como ya ha dicho Carmen Aristegui, es tres veces vulnerable: por ser mujer, por ser indígena, y por ser de la tercera edad.
No sé qué es lo que más me provoca de Carlos Marín: asco o asombro. Que un periodista de su talla pase por alto evidencia que claramente apunta a un delito de violación (traumatismo craneoencefálico, moretones, presencia de líquido seminal en área ano-genital) es grave. También es de asombrar que hasta ahora no se haya comentado su columna en espacios de difusión abierta como lo es el de Carmen Aristegui, o el de Miguel Angel Granados Chapa.
Si alguno de los lectores conoce de un comentario sobre la columna de Carlos Marín del 19 de marzo, por favor, hágamelo saber.