Tuesday, May 15, 2007

Y hoy, ¿qué festejamos?


Esta gráfica que apareció en un artículo de la revista Science, ilustra las diferencias en el desarrollo cognitivo y motriz de niños educados en escuelas Montessori y niños que fueron educados en otras escuelas. A mi parecer, lo más sorprendente es la barra de color marrón, que corresponde a "juego tosco". Para saber más detalles sobre este artículo, puedes consultar http://scienceblogs.com/cortex/2006/10/montessori_works.php


"Nadie puede ser libre a menos de que logre ser independiente" Maria Montessori.

Hoy es 15 de mayo, día del maestro. Según escuchaba en el radio, tal festividad se creó en 1917, y el 15 de mayo de 1918 fue el primer año que se festejó. O sea que el próximo 15 de mayo se estarán cumpliendo 90 años de dicho festejo. 90 años de festejar las barbaridades que siguen ocurriendo al interior de los salones de clase.

Esta mañana me indignó escuchar, de boca de la mismísima Carmen Aristegui y de su colaborador de la columna de deportes, Jorge Sánchez, unos comentarios muy a la ligera sobre la educación "a la Inquisición" que todavía -segurísimo- se vive en las escuelas de México. Los locutores hablaban sobre los maestros a los que recuerdan con cariño y aquellos a los que recuerdan especialmente por otras cosas. Jorge decía que su maestra de primer año le amarraba la mano izquierda para evitar que él la usara para escribir (Jorge es zurdo), ya que ser zurdo "era un defecto". Carmen se sorprendió de esta anécdota, pero hizo un comentario -tal vez a modo de burla- desafortunado: "ay! la letra con sangre entra".

Me interesa mencionar esto porque veo, con mucho asombro, que la mayoría de la gente en México no cuestiona la educación tradicional ni se pregunta si existen otras maneras de "hacer que la letra entre" en los educandos. No me malinterpreten, yo no quiero obligar a que la letra entre en nadie que no quiera recibirla (y eso que no es eucaristía), sólo quiero llamar atención sobre las formas tradicionales de educación que prevalecen en el estado mexicano. Las formas más exageradas involucran incluso violencia: el típico borradorzaso o el gisazo en la cabeza para aquellos estudiantes que se distraen en clase porque -obviamente- el método de enseñanza es aburridísimo; el reglazo en la palma de la mano -o en el dorso- para aquel que no esté escribiendo lo que el maestro exige, el jalón de orejas para el que no repite como loro lo que el maestro dice, el pellizco, el jalón de pelos, la humillación. Es denigrante que los maestros de antes y de hoy crean que esa es la manera en la que los educandos aprenderán algo; es todavía más denigrante que los directivos de las escuelas, y los padres de familia, lo permitan. Esas costumbres generan rencor, miedo, verguenza, inseguridad y vaya usted a saber qué otras cosas más en las personas que lo experimentan. Cuantimás en niños y jóvenes quienes están en pleno proceso del desarrollo de su personalidad, que podrían beneficiarse tanto de una educación libre de prejuicios, castigos y humillaciones.

No hablo sólo por hablar: hablo por experiencia propia, porque fui lo suficientemente afortunada como para disfrutar de una educación libre en el sistema Montessori y sí, también experimenté -durante tres años- el suplicio de estar en una escuela "tradicional" en donde nos forzaban a usar el uniforme estrictamente, es decir, sin importar las bajas temperaturas del invierno capitalino nosotros teníamos que usar el obligado vestido, y cubrirnos con un suéter de 50 pesos que -obviamente- no nos protegía del frío... el castigo por usar cualquier prenda ajena al uniforme que sí nos mantuviera calientitos: confiscación de esa prenda por el resto del año. Pero también en esa escuela conocí maestros diferentes, de esos que uno siempre siempre va a recordar pero por cosas buenas: maestros "a la Robin Williams en la Sociedad de los Poetas Muertos" que son valientes y capaces de salirse de las ataduras impuestas por el sistema escolar para enseñar cosas, no a la manera tradicional, sino privilegiando e incentivando en los alumnos unas ganas por aprender que pocas veces se experimentan en la vida. De los aproximadamente 45 maestros que tuve en esos tres años de secundaria, sólo recuerdo a dos con cariño, respeto y admiración: mi maestra de matemáticas, Clementina, y mi maestra de español, Claudia Izquierdo.

Hoy, entonces, no quiero festejar el día del maestro. De hecho, me parece absurdo que en las escuelas se les hagan festejos a esos maestros que cada día buscan el mejor pretexto para castigar, humillar, y desquitarse de todos sus monstruos internos con los alumnos. Me parece absurdo que los directivos de las escuelas traten de infundir un respeto hacia los maestros a la fuerza. Me parece absurdo que justifiquen los modos "tradicionales" de castigos y recompensas, que se hagan de la vista gorda y ensalcen a esos maestros que quieren imponer datos, números, fórmulas y conceptos "con sangre". Me parece todavía más absurdo que los padres de familia participen de esas celebraciones, que los más adinerados manden a sus hijos a escuelas tradicionales de nombre (son unos padres "fashion" que compran educación "de marca"), sin cuestionar la forma en la que están siendo educados sus hijos. Me parece absurdo que alumnos y padres de familia dependan de calificaciones numéricas para garantizar su tranquilidad personal.
Hoy, sólo quiero recordar a una extraordinaria mujer que en su ánimo por introducir un nuevo sistema educativo basado en investigación científica y en innumerables observaciones de la psicología infantil, dedicó toda su vida a desarrollar el sistema de educación Montessori, un sistema que privilegia el desarrollo -libre- de las habilidades motrices y cognitivas del niño y que considera la consolidación de este desarrollo como el motor básico que permitirá a los niños aprovechar al máximo sus capacidades durante toda la vida. Esta mujer se llama Maria Montessori.

Wednesday, May 02, 2007

El violín




Me gustaría saber quién, después de ver la película mexicana "El violín", sigue creyendo la versión de los militares acerca de la muerte de la señora Ernestina Ascención.