Tuesday, September 18, 2007

Edificio de gobierno en Montreal, donde por cierto, me llamó la
atención el respeto que los conductores tienen por los peatones.


Esta mañana Carmen Aristegui platicó con una mujer (no recuerdo su cargo) sobre la entrada en vigor de la aplicación de "sanciones duras" a los conductores que cometan violaciones al actual reglamento de tránsito del DF. Hago hincapié en la conversación que sostuvieron porque me llamó la atención una de las opiniones que expresó... dijo que para ella, la manera en la que se conducen las cosas en la calle habla mucho de los modos de funcionar del sistema jurídico de una nación. Concuerdo con la relación calle<--->sistema jurídico: falta de respeto entre civiles y entre civiles y autoridades, elevados niveles de corrupción, egoísmo exaltado.

Pero yo quise extender esta reflexión más allá del sistema jurídico y llevarla hasta el sistema social... y creo que la relación se mantiene: el caos que se vive a diario en las calles es un reflejo de la manera como nos conducimos, no detrás de un volante, sino en las relaciones sociales diarias. Salimos a la calle e intercambiamos miradas o incluso palabras con un gran número de personas, así como manejamos lado a lado con cientos de vehículos cada día. Carecemos de un freno social para detenernos a considerar cuál es la mejor manera de preservar la fluidez del tráfico -o la fluidez de las relaciones sociales-. El ejemplo clásico:el conductor que va en el carril de la izquierda en una avenida (y que no planea dar vuelta próximamente), que cuando se encuentra con 4 ó 5 autos detenidos para dar vuelta a la izquierda, "avienta la lámina" hacia el carril de su derecha para librar el escollo y preservar la fluidez de su circulación. Sin embargo, en el intento ya provocó que la fluidez de la circulación sobre la avenida se entorpezca -o en el peor de los casos, que se detenga- para darle paso, pues los conductores que circulan por el carril que inminentemente está a punto de ser invadido se detienen, o bien emplean la táctica egoísta de invadir el carril que está a su derecha. ¿cómo se puede desarrollar ese freno que obliga al conductor a considerar, primero, que ha cometido un error por circular en el carril donde 2 de cada 4 autos dan vuelta a la izquierda, y segundo, que entonces debería esperar a que el carril a su derecha esté libre para entonces circular por ahí?

Bien, pues eso no se puede conseguir si no se desarrolla una voluntad por liberarse del conformismo que nos caracteriza como sociedad. Es el mismo conformismo que nos conduce, al cumplir una tarea, a realizarla "sólo por cumplir", sólo hasta donde hayamos alcanzado el objetivo planteado, sin cuestionar, modificar, ni extender los límites de la tarea asignada para mejorarla. Es, también, un poco de apatía, un poco de egoísmo y una pizca de indiferencia.

En el noticiario de Carmen Aristegui ya es muy común escuchar que tanto políticos como economistas, periodistas y demás personajes de la vida de México (algunos líderes de opinión, otros personajes que hasta ese momento vivían en el anonimato) hacen referencia a "lo que sucede en los países del primer mundo" para justificar medidas implementadas en el ámbito jurídico nacional. Se respira un cierto furor de ser "país civilizado", pero me parece que copiar los modos de reglamentación y las sanciones de otros países no nos llevará -por arte de magia- a ser un país civilizado. Para eso no sólo se necesitan reformas electorales, fiscales, de energía, de administración de seguridad social o seguridad pública. Para eso se requiere empezar desde cero, o casi. Se requiere una reforma social y educativa que sea capaz de inculcar eficientemente uno de los valores más básicos de la convivencia social: el respeto por la otra persona.

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